miércoles, 15 de agosto de 2007

La hora del conflicto

Soy uno
Una historia corta o la pesadilla.
El estruendo majestuoso de la bomba aun resonaba en mis oídos, el zumbido me estaba volviendo loco. Las imágenes dantescas frente a mis ojos se veían borrosas y empañadas. La ciudad, que una vez luciera maravillosos colores verdes, amarillos, azules y rojos, ahora estaba repleta de azules y grises gracias a los muros de las casas, calles y edificios humeantes que habían sido derrumbados en las ultimas 72 de horas. Es el 17 de Marzo del 2018. Son las 12 y 25 pm. El sol, que debería estar en medio de un cielo despejado de verano esta ahora tapado por una gigantesca nube de polvo, humo y cemento molido que ahoga el panorama urbano. Es una pesadilla. Mujeres y niños con las ropas rasgadas y descalzos cruzan las calles con rapidez para luego esconderse bajo los escombros de las aceras. Sus miradas tensas y rojisas penetran el alma y causan terror con cada parpadeo. El miedo se ha adueñado del viejo San José.
El conflicto bélico producido por la furia imperialista agresora ha desatado ríos de sangre y veneno por las calles, en los últimos tres días. No hay forma de defenderse ante la violenta agresión de un país con lideres mercenarios, despiadados y dementes. Hace 20 años era imposible pensar que una nación tan pequeña y pacifica fuese capaz de ser una amenaza para la paz mundial . "Los nuevos terroristas latinoamericanos, que tienen la osadía de pensar diferente", "Separatistas y comunistas", se leía en los carteles de algunas cadenas de televisión poco antes de que el primer bombardeo de los B-52 acabara con parte de la ciudad. Las sonidos de la pequeña e indefensa ciudad son terroríficos. Gritos y llantos de hombres, ancianos, mujeres, adolecentes y niños son abrumadores y se mezclan con este maldito pitido que no se calla tras tres días de bombas, granadas y balas de metrallas.
Debajo de esta maraña de escombros que me protegen mientras observo, una gota caliente de agua cae sobre mis sienes. Agua bendita. Hace tres días que las tuberías y cañerías colapsaron cuando los agresores decidieron, como estrategia, cortar con dos certeras bombas el fluido de agua potable para los civiles. Golpe bajo. Bajo lo oscuro de mi guarida trato de juntar mis manos para poder capturar unas cuantas gotas de agua para saciar mi sed. La bala en mi cadera no me deja moverme bien y al tratar de colocarme con mis manos sobre mi cabeza, un penetrante dolor en mis huesos me hace dimitir de mi propósito. Trato de no gritar para no llamar la atención, pero la misma fuerza con que mi grito es contenido hace que mis pensamientos se nublen y un terrible mareo me desconecta por unos segundos.
El goteo constante sobre mi cabeza me despierta de mi desmayo. Ya no siento mis piernas. Con bastante dificultad trato de rozar la palma de mi mano sobre mi frente para tratar de capturar algunas gotas de agua para beber. Lo intento. Esta vez con éxito logro mover mis brazos y completar mi tarea. El agua aunque caliente se siente bien sobre mi frente. Mi lengua recorre poco a poco los dedos de mi mano derecha queriendo sorber gota a gota el divino liquido. Trato de tragar pero un oxidante sabor a sangre hace que escupa lo que con tanto esmero había chupado. Rápidamente miro mi mano y observo el rojo oscuro de sangre sobre mi palma. Dios mio!. Con los pies encorvados e inmóviles trato de moverme por debajo del escombro para salir de mi escondite y evitar el chorreo sangriento sobre mi cabeza. Logro correrme un par de metros para salir a la luz. Mientras me volteo para mirar la procedencia del riachuelo de sangre, escucho nuevamente los helicópteros "Halcón negro" retumbar el lugar. Su sonido penetrante hace que el piso se mueva levemente.
No logro divisarlos aun. Con un esfuerzo descomunal me doy vuelta y dentro de mis piernas siento poco a poco la sangre fluir nuevamente. Mis dedos lucen morados e inertes. El dolor regresa. Un grito visceral sale de lo mas hondo de mi pecho. Esta vez no lo pude contener. Vuelvo a temblar y a sudar a chorros, pero nadie me escucha en la devastada ciudad. El debilitante dolor se apacigua después de 30 largos segundos. Los helicópteros se acercan. Nuevamente mi curiosidad logra hacerme levantar la cabeza para observar el misterioso origen del hilo de sangre. Me muevo unos centímetros mas para observar. Al levantar mi mirada quedo totalmente atónito. Con terror observo la cabeza de un niño de unos 6 años de edad totalmente desfigurado. En su mano parece sostener un maltrecho muñeco de plástico. Trato de enfocar mejor, secándome las lágrimas con la mano y observo que la figura que sostiene es la de un soldado con un arma en la mano. Es la muerte de un país, de una sociedad, de una cultura, reflejado en una impactante imagen de guerra y de violencia.
Los halcones negros sobrevuelan nuevamente, lentamente me arrastro por la calle tratando de cruzar al otro lado donde logro observar una cavidad entre los escombros lo suficientemente grande como para servirme de barraca por un rato. Escucho nuevos bombardeos y una nube de humo surge a unos 400 metros de mi cadáver. Apuro el paso, pero los halcones negros sobrevuela casi sobre mi cabeza. Escucho las hélices, que como espadas anuncian mi final. Una ráfaga de disparos recorre la calle y veo los casquillos lentamente cruzar una delgada linea frente a mi. Se acercan cada vez mas. Unos centímetros antes de que lleguen a mi me tapo la cara para no ver mi desenlace. Pero sí siento. Las balas entran en mi cuerpo como penetrantes agujas de muerte, siento los huesos perforar mientras la carne explota al compás de la metralla que se aleja con sus espadachines de lata.
Mi sangre comienza a abandonarme, pero mientras los últimos latidos de mi corazón comienzan su recorrido, comienzo a delirar. Recuerdos borrosos llegan a mi mente. Soy libre por un segundo, estoy en medio de un potrero verde y delicioso, bajo un saludable aguacero de granizos. Al fondo miro mi ciudad, intacta y hermosa. Tengo mis brazos abiertos y sonrió. El sol tímidamente se asoma entre las nubes negras de un invierno de octubre. Mis manos sienten los golpes de los granizos. Las balas. La muerte. Cierro mis ojos.
Final.
Cesar D.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy interesante este texto, Cesar. Tiene fuerza, lo atrapa a uno y... pega. Se pega uno, línea tras línea, a él. Tiene fuerza.
Ah, y de paso, gracias por tu visita a mi blog, Cesar.